miércoles, 23 de septiembre de 2009

La historia detrás del poema: "Valparaíso"

Cuando se carece de muchos recursos una respuesta para el equilibrio es carecer de deseos, llegando a encontrar una paz donde se libera la angustia del tener por la presencia absoluta del ser.

Siendo así creo que en aquel entonces simplemente estábamos. Nos dejábamos atrapar cada fin de semana que pudimos hace años en los cerros de Valparaiso. Desde ahi, con un desayuno de escalón y tienda de esquina, éramos y fuimos en algunos de los momentos más intensos.

Esta historia quizá pudiera escribirse en otra ciudad, pero indudablemente Valparaíso es dueño de esa dulce melancolía que quedó expuesta en las imagenes de aquellos ojos color de octubre.

Valparaíso

Hogar en muerte

tan deseado en vida


Atrapado por la belleza austral

noté que el puerto se hacía dueño de mis memorias

vestía la imagen de amar con calles empinadas

y cerros de tristeza.


Valparaíso y tú se fundieron de manera indivisible

pasaste a ser el viento sur, y él se convirtió a su vez en tus ojos de octubre,

el cerro Cordillera adoptó tus lágrimas y tú te convertiste en heredera de la plaza,

del caserón que ve hacia el mar, del ascensor con tablas medio podridas

gimiente al bajar, tan fatigado de subir.


De tanto vivir los cerros conoces, sin darte demasiada cuenta, cada historia.

Eres capaz de hablar con todos ellos, y ellos a su vez te cuentan...

Artillería te presume su pasado de glorias de Iquique,

los Lecheros te recuerda de una ventana y una foto en blanco y negro,

Cordillera habla de ti cuando niña,

y el Cerro Alegre se ha olvidado de su presunción, de resguardar el paseo Atkinson

para recordarte que Valparaíso...

sabe a chocolate, pan y domingo

sabe a amores de callejón

a primeras noches residentes en la memoria,

sabe a Neruda

sabe a besos sobre el mar.


He caminado contigo sujetando la mano del puerto

por avenidas de tres y a veces cuatro nombres,

desde ahí deseábamos amarnos en el Brighton

mientras tomábamos café en el Riquet

pareciéramos haber compartido su tiempo tan atrapado en el pasado.


Valparaíso huele a mar y a ti,

tiene colores de pobreza y miradas de historia.

Posee el simbolismo tan real

de encontrar en su carencia y melancolía

refugio ideal para los amantes,

para las letras,

para el vino y el frío.

Puerto sur tan alejado

que permite reencontrar la paz perdida en la muchedumbre norte,

paz reencontrada en trenes a lo largo de la costa.


Mi paz perfecta consistía en llegar a Quilpue

sentir el asalto del frío colarse entre las tablas

compartir con quiltros la soledad del andén

y verte a ti, de pie y mirando sin ver los rieles perdidos,

esperando por los viejos trenes

sin saberte observada, deseada, añorada.


Por ti hay playas en Viña

cubiertas de letras de arena y gaviotas viajantes,

por ti sopla el viento helado en Playa Ancha

ese que me colma de celos cuando lo descubro abrazando tu cuerpo

recorriéndote hasta hacerte estremecer.


Por ti el puerto se encargó de traerme y embrujarme,

de hacerme caminar

y entregarme a él y a ti en Errazuriz, en Pedro Montt, en Argentina.

Por ti mi amor a Chile, su estrella y copihue,

por ti hube de llegar al fin del mundo

para observar como aparecen lobos marinos

a la esquina de la costanera y tan cerca del molo,

envidiados mensajeros del mar...

traen a ti besos de sal

que se depositaran tardíamente

en esos ojos de octubre capaces de reflejar y llorar el puerto entero.